viernes, 22 de febrero de 2013

Los Iberos en la Sierra de Segura

Los Iberos eran grupos de pueblos que habitaron el sur y el este de la Península Ibérica entre los siglos VI a.C. y II a.C.
Pese a su diversidad, manifestaron características comunes que los enfrentaba, sin tener aún un concepto de unión nacional, a los celtas, establecidos en la meseta y en el norte, algo más rudos, menos organizados política y socialmente y más pobres, que de vez en cuando se dejaban caer en escaramuzas de pillaje contra las propiedades de los iberos.
Parece ser que la organización ibera es fruto de un aprendizaje realizado a partir de las culturas del Mediterráneo oriental que allí dejaron sus huellas.
Entre los iberos y los celtas componían centenares de grupos diversos con innumerables matices culturales diferentes: túrdulos, turdetanos, cántabros, lusitanos, autrigones, galaicos, etc. etc... Los túrdulos y turdetanos se hallaban en el valle del Guadalquivir. Eran los herederos de la tradición tartésica.


Durante el año 1991 un grupo de científicos llevó a cabo una serie de prospecciones en el valle del río Guadalimar para confirmar la teoría de la ruta de comunicación de esta zona con Levante en torno al siglo VI a. C.
De esta época se encuentran tres asentamientos: Bujalamé, situado en la misma vega, entre Puente de Génave y La Puerta de Segura; Cabeza Grande y el Collado de la Virgen, que controla la comunicación con Levante y la Meseta.

En general el sistema de ocupación desde finales del V a.C. y el siglo IV a.C. se mantiene igual que en épocas más antiguas, aunque algunas fortalezas dejan de ser habitadas, creándose otras, quizás en lugares más estratégicos y ampliándose las más importantes, como la de Bujalamé.
Son asentamientos poco numerosos, posiblemente por no haber grandes espacios de cultivo, y con escasa dispersión, es decir permanecen bastante fijos, debido quizá a su buen emplazamiento para controlar los pasos principales y secundarios hacia el Levante.





El tesoro de Orfebrería hallado en Santiago de la Espada en el que hay piezas de oro: un par de pendientes con la figura alada, de la segunda mitad del siglo III a.C. Hay un vaso y más pendientes de la misma época. Del siglo II a.C., una sortija, la fíbula y tal vez el catino.
Del I a.C. dos torques. Hay también piezas de la cultura cética (una vaso, brazaletes y fíbulas. También hay piezas de origen ibero como un juego de pendientes, cuyo autor conocía la técnica de orfebrería púnica. Todo este tesoro está en el museo "Valencia de D. Juan", de Madrid.


También en Santiago, la necrópolis ibérica de las Quebradas y del Castellón. Al final de la etapa ibérica se encuentra cerámica en el Cerro del Castillo del Cortijo de las Fuentes en Benatae. En Villarrodrigo se encontró un conjunto escultórico celtíbero del que se conserva parte en el Museo Arqueológico de Albacete, aunque aparece con el nombre de "León de Bienservida".

Por aquellos tiempos, los griegos se hicieron con el mercado de Tiro tras su caída, pero los cartagineses, que se consideraban herederos legítimos del imperio, arremetieron contra ellos.
 
Así el Mediterráneo se convirtió en un lugar peligroso donde cada pueblo luchaba por la estabilidad y el dominio de las explotaciones de tierra: entre los griegos, fenicios y cartagineses se disputaban las riquezas de nuestras minas. Todos querían sacar tajada.
Las minas y rutas de extracción de metales se fortifican. Los mismos reyezuelos ibéricos se dedican a la explotación y consiguen hacerse con grandes fortunas y tesoros, como lo demuestra el encontrado en Santiago de la Espada.

 ADR  SIERRA DE SEGURA
 



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